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CEMAEL | INTUIR LO QUE MUEVE: Fenomenología en la práctica (analítico-existencial)



INTUIR LO QUE MUEVE: Fenomenología en la práctica (analítico-existencial)



Alfried Längle

El ser humano puede reconocer lo esencial, gracias a su capacidad de comprender. El empirismo puro es ciego ante lo esencial – sólo a través del espíritu reconocedor puede ser extraído el contenido declaratorio de los hechos, más allá de los datos y de los resultados. Esto vale sobre todo para la comprensión del ser humano. Porque cuando se trata de la persona – es decir, de la “esencia del ser humano” – lo que realmente la mueve y lo que es lo suyo propio, sólo puede aparecer mediante una actitud fenomenológica. Para el análisis existencial como psicoterapia que se centra en la realización del serpersona y, con ello, en la existencia, la actitud fenomenológica es fundamental. Son presentadas las condiciones previas, la indicación, el procedimiento, los límites y la aplicación práctica de la fenomenología, con especial referencia a la fenomenología hermenéutica de M.Heidegger. Palabras clave: Fenomenología, Análisis Existencial, Psicoterapia, Persona, Hermenéutica

 

1. Antes del método está la persona – una decisión axiomática previa

 

Prácticamente todo ser humano tiene que tratar a diario con seres humanos. El trato con los otros se ha hecho rutina a través de la larga experiencia y costumbre, marcado por expectativas y suposiciones. Como introducción al tema de la fenomenología cabe la pregunta: ¿Con quién estamos realmente en contacto en esta forma de relación con otros seres humanos? ¿Es más bien un esquema, un rol, una presuposición – o es el ser humano mismo? Con otras palabras: ¿Cuán bien vemos al otro – a la pareja, al niño, a los colegas? ¿Cuán cubierta está nuestra mirada por las propias esperanzas, suposiciones y expectativas? ¿Cuán libre es nuestra percepción en lo cotidiano? – De este tipo de preguntas se trata en la fenomenología. Es la ocupación sistemática con esta libertad perceptiva, con la apertura del mirar. Porque incluso antes de dirigirnos a un ser humano, ya hemos tomado una pre-decisión en relación a lo que nos interesa y nos motiva a hablarle. En esta decisión previa, generalmente inconsciente, está decidido algo fundamental, a saber, si nos dirigimos a este ser humano como un todo, como el que es, a aquello que lo mueve, como piensa y siente, o quizás incluso más allá, a la persona que en verdad podría ser, si las circunstancias lo permitieran? ¿O sólo nos interesa un aspecto (parte, sector) de este ser humano, quizás una capacidad, mediante la cual puede ejercer una función, cuando la pedimos; una actividad, un favor, una ayuda? También nos puede interesar su calidez afectiva, su amor, su corporalidad, etc.

Cuando trabajamos con seres humanos en la terapia y en la consejería, vale el mismo principio de la decisión previa y determinación del foco de la percepción: ¿Vemos a este ser humano primariamente como ser humano, en forma total, autónomo en su predisposición, o más bien como paciente, cliente? ¿Nos interesa primariamente su problema, su efecto sobre la psicodinámica y la elaboración cognitiva, para poder elegir entonces el método para la mejor ayuda? Este tipo de elección no significa necesariamente una atadura definitiva, una oscilación entre los planos es del todo necesaria en la vida práctica. ¿Pero dónde está el centro de gravedad y cuándo es conveniente qué acceso? Cada orientación psicoterapéutica tiene una comprensión del ser humano (antropología) y de la tarea psicoterapéutica. Da información sobre cuestiones como: “¿Qué es lo que distingue al ser humano?” y “¿Qué es importante para su curación?” Este entendimiento se media, reflexiona y ensaya en forma más o menos explícita en la formación y en las supervisiones. Aunque la antropología es la base del trabajo psicológico, queda una indeterminación importante en cuanto a la definición del punto esencial en la situación de interlocución. Aquello en que nos concentramos en la conversación concreta, cuánto abrimos la mirada a la totalidad del ser humano o cuán estrechamente la enfocamos sobre aspectos particulares, es - por último - una pre-decisión axiomática en cada situación. Axiomática significa que no es derivada de la teoría, sino fijada y decidida por el sujeto mismo. Lo aprendido puede estar influyendo – pero no puede quitarnos nuestra decisión personal de cómo y hacia qué nos vamos a enfocar y dedicar en esta interlocución. A esto se debe también en parte, que no sea el método, sino el (la) terapeuta correspondiente, quien dirige la conversación. Y ésta depende del criterio propio, de la propia capacidad y actitud frente a la vida, frente a la profesión, etc. Pero esta decisión, tomada generalmente en forma totalmente intuitiva, no debe ser considerada anticipadamente sólo como pérdida, sino también puede tener un efecto positivo. Mediante esta elección espontánea se produce una primera sintonización del método con la esencia propia, de modo que a los (las) terapeutas y consejeros(as) se les facilita el ser auténticos(as) y seguir lo que a ellos(as) personalmente les llega.

 

2. Dirigirse a la totalidad del ser humano

En la antropología estructural del análisis existencial (AE) se describe al ser humano como una unidad de cuerpo, psique y espíritu personal. Frankl (p.ej. 1984, 125f.) eligió para su representación esquemática el modelo de las tres dimensiones, que en la formación del espacio representan una unidad. En esta visión del hombre se ve la esencia del ser humano en la persona. La persona forma el fundamento para la referencia a sí mismo y a lo externo. Frankl (1984, 145) la designaba como lo “libre en el ser humano”. En esta visión, el hombre vive esencialmente, cuando trata de realizar su libertad. Se coloca en el proceso de la actualización de su potencial de libertad, cuando le puede dar espacio a su vivenciar (referencia a sí mismo), se posiciona (es decir, toma posición frente a los hechos y los acontecimientos), toma decisiones con un espíritu responsable y trata de realizarlas (referencia externa). Esta secuencia describe las funciones procesales personales, que en el análisis existencial personal (AEP – Längle 1993, 2000) están recopiladas metódicamente y elaborados para la práctica. Cuando queremos dirigirnos a la esencia del ser humano – y, por ejemplo, no sólo nos ocupamos del cuerpo y de la psicodinámica, o con procesos de aprendizaje, traumas vivenciados, psicopatología, etc., entonces nos dirigimos, en la conversación terapéutica y de consejería, a la persona, y con ello a aquella instancia en el ser humano, que toma decisiones y de este modo realiza su libertad. Esto puede ser logrado a través de diferentes accesos:

• El acceso provocativo (en sentido real) se produce abordando directamente la temática, despertando interés, provocando, confrontando, dando explicaciones, etc. Es la forma más frecuente en que uno intenta dirigirse en lo cotidiano a la persona (‘pro-vocare’ es generar). En esta forma de proceder, uno se relaciona, pero deja solo al otro, colocado sobre sus pies, “en su lugar”, lo que fácilmente puede desencadenar reacciones de protección.

 • El acceso meditativo representa una forma intermedia entre dirigirse directamente al otro (p.ej. a través de la presentación previa de un ejercicio meditativo) y darle un espacio libre. • En el acceso comprensivo, le damos inicialmente más que nada espacio. El oyente1 se retira al fondo, para que el otro pueda “desplegarse” mejor a través de lo que dice. Debe hacerse posible que se muestre lo que mueve a esta persona, lo que le es importante, como siente, piensa, como le va consigo mismo y con el mundo. En resumen: observamos lo que hace de él, lo que es. Nos interesamos por la totalidad de este ser humano. Con esta forma de relacionarse se vence la distancia separadora, el oyente está con el otro, se produce un campo de oscilación común. Esta forma de comprensión se intenta en la fenomenología. – El acceso comprensivo es cultivado más que nada por las orientaciones humanistas y existencialistas. En ellas se pone la atención sobre el crecimiento y el llegar a ser del ser humano. Por eso les interesa como se puede desarrollar y realizar, es decir, como puede ser más él mismo, ser más persona.

 

3. ¿Por qué fenomenología?

El gran desafío para el terapeuta es, ver en el diálogo con el paciente a la persona y abordar en ella su libertad, es decir, encontrar al ser humano en su esencia. Pero el problema que se abre con esto es: ¿cómo puedo encontrar a la persona, si ella es “lo libre” en el interlocutor, si no está fija y no puede ser fijada, “sino siempre puede ser también distinta” (Frankl 1959, 685f)? Porque lo que es libre no tiene la característica de una sustancia o de un objeto, que puede ser mantenido fijo. Si lo que vemos y notamos en este ser humano debe corresponder a la persona, nunca puede ser abordado o visto como “tú eres así”. La persona no nos permite sujetarla, pero sí encontrarla. Lo que sujetamos de este modo, se petrifica inmediatamente en un dato y se pierde la libertad. Estas circunstancias algo abstractas también podemos sentirlas intuitivamente, cuando somos fijados como personas: nos comenzamos a sentir incómodos, no nos sentimos realmente vistos. Lo que está fijado de nosotros, no describe a la persona en su ser libre esencial, sino quizás sólo su sombra, una huella que ha dejado en la vida, un efecto que dejó, o sólo el lado psíquico o somático de nuestro ser humanos. Que la persona pueda dejar un efecto, se debe a que realiza su libertad en la elección y en la toma de decisiones. Detrás de esta manifestación y realización de la libertad se encuentra el Yo como persona, y con ello la capacidad, que posibilita la realización de una elección. Es decir, lo que se muestra en la elección realizada, tiene su origen en la esencia del ser humano: tener un afluente tan creativo dentro de sí, que le dice lo que quiere, lo que para uno es importante, en el que uno se reencuentra. Así descubrimos en el acto de elegir, quienes somos y qué influencia tiene lo personal en nuestra vida.

Indicación de la fenomenología: La comprensión más profunda del otro, o bien, de uno

mismo. Esta comprensión intenta fomentar el desarrollo de la esencia, es decir, llevar claridad al reconocimiento, al sentir y a la orientación. Es el fundamento para la “existencia

realizada”.

El encuentro de la persona tiene una condición fundamental. Si queremos ver algo de esta vertiente interna, encontrarnos con ella, necesitamos una actitud de apertura que invita al otro a estar ahí con su potencia creativa. Por el mismo hecho de que la persona no puede ser asida o fijada, se requiere de una actitud correspondiente, que desde el comienzo la deja libre. Por eso, en vez de una objetivación, tiene que ser empleada la misma potencia subjetiva que ella representa. Eso ocurre en el encuentro – la persona no puede ser sujetada, pero podemos encontrarla (no podemos “hablar de la persona”, sin “hablar sin entenderla”, pero “en realidad siempre podemos sólo hablarle a ella”. Frankl 1984, 146).

Si queremos ayudar a la persona a desplegarse en su trabajo según su esencia, es decir,

para que llegue a sus propios entendimientos y sienta sus propios sentimientos, para que encuentre su libertad, su ser-tocada, lo propio, su sentido – podemos llamar esto “existencia realizada” – entonces es necesario el empleo metódico de aquellos criterios fundamentales, que estén de acuerdo con la esencia de la persona. Justamente esta apertura, esta falta de prejuicios y de intenciones es el tema de la fenomenología. Por consiguiente, si se trata en el trabajo terapéutico y de consejería de temas personales como amor, confianza, valores, ser-uno-mismo, voluntad, etc., entonces es la fenomenología el medio a elegir para su elaboración. Deja los temas en la esfera del vivenciar personal, de manera que la persona se puede sentir comprendida, sin reducir de inmediato los temas a suposiciones y condiciones a través de reflexiones, resultados de investigaciones o métodos. Porque la fenomenología deja libre al otro, trata de verlo en su esencia, no se apodera de él.

Visto en forma práctica, es la fenomenología el medio a elegir en situaciones con falta de claridad en el entendimiento, en el sentir, en el decidir y en la orientación. Dicho aún más simplemente: la fenomenología está indicada cuando existe falta de comprensión de sí mismo o del otro.

Naturalmente, no se trata siempre de fenomenología en las consejerías y terapias. A veces se requiere de explicaciones objetivas, aprendizaje de técnicas, animaciones, etc.

Pero ya sólo el escuchar un relato o una narración cargados de emoción, necesita en cierta medida un dejarse-asir por la esencia de lo vivenciado, o sea, una espontánea fenomenología interna: ¿Qué aparece aquí? ¿Cómo me llega eso? ¿Qué se despliega en

esta conversación? – Esta forma de escuchar empáticamente con un alto componente fenomenológico espontáneo y la vivencia correspondiente en el que habla, representa

una, o quizás la razón más importante de por qué la actualización de lo vivenciado es tan trascendente en el proceso terapéutico. Esta actualización es doblemente importante: para el trabajo con el paciente y para el auto-encuentro de los pacientes, que mediante la fenomenología interna se acercan más a su esencia.


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